Mi viaje a través de las sombras
En la quietud de mi habitación del hospital, me encuentro reflexionando sobre el camino sinuoso que me llevó hasta aquí, a un diagnóstico que nunca vi venir.
Cáncer, dijeron. Una palabra que una vez se sintió tan distante, tan ajena a mí, ahora es mi
realidad. Mientras estoy sentado aquí, lidiando con este nuevo capítulo en mi vida, no puedo evitar seguir los pasos de mi pasado, tratando de darle sentido a todo.
Vine tarde, dijeron.
Aun podemos intentar varios tratamientos,
Son costosos dijeron. Y si no funciona, podemos intentar con otros que son más caros.
Era una Institución que se dedica a atender gente sin dinero. Pero hay que tener dinero.
Y en lo que contaba mis monedas y recibía ofrecimientos, me dediqué a usar mi tiempo de manera útil, evitando la presión de quienes no garantizaban mi restablecimiento. Y porque como fuera, mi vida (si la había), no volvería a ser la misma.
La vida antes de este diagnóstico era un tapiz de momentos, algunos brillantes y vibrantes, otros oscuros y desafiantes.
Mi historia comenzó como cualquier otra, en un mundo lleno de promesas y posibilidades. La infancia fue una época de inocencia, donde las mayores preocupaciones eran las rodillas raspadas y las aventuras en el patio de recreo.
El amor de mis padres fue mi ancla, y sus sueños se convirtieron en la brújula que guio mis
primeros años.
Los turbulentos años de la adolescencia trajeron rebelión y autodescubrimiento. Deambulé por el laberinto de amistades y primeros amores, tropezando en el camino, pero siempre aprendiendo. Esas experiencias me moldearon en la persona que soy hoy, enseñándome empatía, resiliencia y el valor del perdón.
El Instituto fue un torbellino de descubrimiento y transformación. Conocí a amigos de toda la vida que estuvieron a mi lado en las buenas y en las malas. Perseguí mis pasiones con celo, creyendo que el mundo era mi ostra, esperando ser explorado. Me deleité en la embriagadora libertad de la juventud, sin darme cuenta de las responsabilidades que me esperaban.
El viaje de la edad adulta estuvo marcado por la ambición y la aspiración. Los objetivos profesionales me llamaron, y los perseguí con determinación inquebrantable. Subí la escalera
corporativa, saboreando los logros que vinieron con ella. Encontré el amor, una conexión
profunda y duradera que trajo calidez al lienzo de mi vida.
Entonces, la paternidad entró en escena. El nacimiento de mis hijos, con sus ojos inocentes y
su asombro ilimitado, cambió mi perspectiva.
Abracé el papel de cuidador, protector y guía, apreciando las alegrías simples de la paternidad:
cuentos antes de dormir, rodillas raspadas (otra vez) y el sonido de la risa que llenaba nuestro hogar.
Pero la vida nunca es una línea recta, y en el camino, me encontré con mi parte justa de dificultades. Hubo momentos de pérdida y dolor, sustos de salud que iban y venían, pero siempre salí más fuerte, más resistente, listo para enfrentar cualquier desafío que se avecinaba.
La Pandemia terminó con mi empleo de años y con mi asistencia de Seguridad Social. Me
lanzó al emprendimiento y a la esperanza. A un proyecto que se convertía en un proyecto.
Ahora, mientras me siento en esta habitación que huele a esperanza y a muerte (al mismo
tiempo), la palabra “cáncer” resuena en mi mente, me doy cuenta de que la vida me ha traído a este momento por una razón. Mi viaje, con todos sus altibajos, me ha preparado para enfrentar la prueba más grande de todas. Es una prueba no solo de mi fuerza física, sino de mi espíritu, mi resistencia y mi capacidad para encontrar significado frente a la adversidad. Tiempo de decidir y de abandonar el apego.
Nada que dejar
El cáncer puede ser mi realidad actual, pero no me define.
La vida es algo frágil e impredecible, y ninguno de nosotros puede escapar de sus pruebas.
Pero quizás, al compartir mi historia, se algo para dejar, y alguien (o yo mismo) pueda encontrar consuelo y fortaleza. El cáncer puede ser mi realidad actual, pero no me define. Es simplemente otro capítulo de mi historia, uno que enfrentaré con coraje, esperanza y la sabiduría de una vida bien vivida.
Deseo viajar, saludar amigos estar alegre
A medida que continúo por este camino incierto, llevo conmigo los recuerdos de mi vida: las risas, las lágrimas, la imprudencia, el amor y las lecciones que cada cosa trajo en mi viaje. Son los hilos que tejen el tejido de mi existencia, y me guiarán a través de las sombras hacia la luz que espera al otro lado.
Incertidumbre
No sé qué viene, no se si deba pagar por una falla anunciada, a mi compañera de la visita, le ofrecieron solucionarlo todo con una cirugía y medicina de por vida en una clínica de un galeno que vino de Israel. A mí, rara vez me ven o me hablan.
El conocido del amigo de un amigo
Hoy vino a verme el conocido del amigo de un amigo, se paró los pies de mi cama y preguntó mi nombre, repitió mi diagnóstico y estado avanzado. Me preguntó si podía pagar el tratamiento en lo privado. Le respondí que no podía pagarlo ni siquiera ahí.
Entonces me dijo ya en un tono más jovial, es importante tomar una decisión. Con o sin tratamiento, todo va a ponerse peor y de cualquier forma debe de tenerse apoyo médico, pues esta enfermedad no es una “broma”. Habrá problemas si hay tratamiento, y habrá problemas si no hay tratamiento.
El dolor es solo uno de los problemas, pero el avance de la enfermedad traerá muchos más y
es difícil encontrar una cama de atención cada vez que eso pase.
¡Créame!
Me dijo: ni muchos de los seguros adquiridos acceden a seguirlo ayudando, Tenga con ello un parámetro de que no está frente a un dilema. Está frente a una de las peores enfermedades. Y cada día empeorará. No pierda su tiempo.
Alivio, buen trato y amistad
Ahora viajo una larga distancia nuevamente a encontrar amabilidad, sonrisas, y alivio. Mi familia afuera sonríe, y eso es lo que más me alegra.
Me veo mejor. Conversan conmigo. Alivian mis quejas, bromeamos, y recibo consejos; me siento vivo. Pero se que cuando no pueda venir, todo habrá terminado. Nadie miente aquí.
Todos me ven y me tratan como persona, Saben mi nombre, recuerdan lo que les digo. Me dan la oportunidad de dejar un ejemplo de lucha y de que mis seres queridos vean a un hombre feliz de vivir hasta el final.
Autor: Anónimo